martes, 16 de agosto de 2011

Pero, siempre ha tenido algo... algo especial que hace que sonría cada vez que me acuerdo de él.

Llevaba demasiado tiempo sin hablar con él, sin saber nada de suyo ni de su vida, sin reírme con él, sin oír su voz, sin verlo...
Y por fin llegó el día. Después de tanto tiempo, por fin lo veo una noche, y no se me ocurre otra cosa que seguir fingiendo que no me gusta y pasar de él.
Lo estaba mirando por el rabillo del ojo, se había dado cuenta, y empezó a gritar. Me estaba gritando a mi, y no una ni dos veces, no iba a parar hasta que yo me diera la vuelta y le dijera algo.
-¡FEAAAAA! ¡FEAAAA! ¡FEAAA!
Nunca me había gustado tanto que me lo dijeran. Pero yo, que soy imbécil hasta más no poder, le dije adiós con todo el odio que tenía guardado dentro y ni me dí la vuelta. Se calló, y ya no me miró más.
Mi amiga empezó a reírse, y yo le seguí, no sé por qué pero quería reír hasta que me doliera para que se diera cuenta de que no se lo había dicho enserio.
Lo entendió, y siguió con lo suyo; siguió sentado con sus amigos, riéndose y hablando de fútbol; con sus bermudas por debajo del culo, sus bambas de marca y los calzoncillos Calvin Klein asomando.
Diréis que es el típico guaperas, chulito y creído que lleva a todas las del pueblo detrás suyo, y sí, sí que lo es. Pero, siempre ha tenido algo... algo especial que hace que sonría cada vez que me acuerdo de él.

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